JOSÉ MANUEL PÉREZ RIVERA, ARQUEÓLOGO Y ESCRITOR

Algeciras-Ceuta, 3 de enero de 2021.

Esta es la primera anotación del año 2021. Escribo sentado en una butaca del buque rápido Avemar dos de la compañía Balearia. Regresamos a Ceuta después de pasar una buena parte de las fiestas navideñas en Granada. Hoy hace un precioso y despejado día de poniente. He podido apreciarlo mientras me acercaba en el coche al puerto de Algeciras. Se distinguía a la perfección el Peñón de Gibraltar y la costa norteafricana. El mar está en perfecta calma y vamos a disfrutar de una agradable travesía. El barco está saliendo a la hora prevista, incluso un par de minutos antes.

Mañana retomaré mi labor en la UPD y por la tarde iré a hacer unas compras navideñas. Estos días de descanso me ha venido muy bien. He logrado desconectar del trabajo. Tengo mucho que hacer, pero me gusta lo que hago. Mi contribución podría ser mayor, pero mi grado de influencia es relativamente escaso. No me mueve la ambición ni el ansia de poder. Lo que deseo es ser de utilidad en la ciudad que me vio nacer y amo: mi querida Ceuta, a la que adoro y a la que me dirijo cruzando el Estrecho. Soy plenamente consciente de lo poco que está en mi mano, pero, como escribió Goethe, aunque sea poco lo que podamos contribuir es nuestra obligación hacerlo. En el pasado dediqué mucho tiempo a la defensa del patrimonio natural y cultural de Ceuta. Sin embargo, en esta etapa de mi vida he decidido invertir los términos y centrar mis esfuerzos en el cultivo y cuidado de mi mundo interior. Aunque esté muy lejos de lograrlo, quisiera hacer de mi vida una obra de arte. Quiero seguir esforzándome en mejorar como persona y compartir mis dones con los demás ofreciendo los frutos que mi alma es capaz de dar.

Mi maestra es la Gran Diosa y mi escuela la naturaleza. Ansío estar con ella, pues me aporta salud y felicidad. Me encanta ser abrazado por la naturaleza y sentir su éxtasis caluroso. Es una sensación indescriptible la que experimento buceando en la intensa luz del Estrecho de Gibraltar y Ceuta. Buceo al lado de Gilgamesh, Odiseo, Heracles, al Khidr, Moisés y Alejandro Magno. Me siento arrastrado por la corriente submarina de la vida que discurre entre Europa y África, entre el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico. Situado en el centro de esta encrucijada de caminos buceo hasta las profundidades para recuperar la planta de la eterna juventud que encontró Gilgamesh y llevarla hasta la orilla de Ceuta. Allí reposo tranquilo sin importarme que la serpiente se coma la planta mágica, pues no está entre mis planes abandonar esta tierra sagrada y mágica que ha sido el destino de los héroes que han buscado el elixir de la vida eterna. Yo me he criado en esta tierra y cada día bebo de la fuente del agua de la vida que brota a la entrada del gran templo que es Ceuta. Siempre ha estado aquí, a la vista de todos, pero un encantamiento ha impedido verlo desde hace muchos siglos. Ha llegado el momento de desvelar el espíritu de Ceuta y mostrarlo a los demás. Mi escritura es uno de los medios para lograrlo. Quizá mi principal misión consista en la reescritura o actualización de un mito eterno, cuya versión más cercana sea la Leyenda del Santo Grial.

Antes que yo ya profetizó este episodio el psicoanalista E.Whitmont en su magistral obra “El retorno de la diosa”. Whitmont predijo que el regreso de la diosa coincidiría con la entrada en la era de Acuario. Pues bien, este momento ya ha llegado y a mí me ha tocado el inmenso honor de ser un fiel servidor del Grial y de su templo. Este templo está protegido por la majestuosa figura del Atlante dormido, cuyo rostro contemplo en este preciso instante a estribor del barco. La sensación de estar entrando en un sitio sagrado se hace cada vez más fuerte. Percibo la energía vital que desprende Ceuta y que me hace penetrar en el mundo intermedio. Veo con los ojos de aquellos navegantes de la antigüedad que conocían y valoraban la sacralidad y magia de esta tierra fértil para la emociones más elevadas y trascendentes. Llego a la legendaria tierra del mito eterno del manantial del agua de la vida. Entro en el puerto natural de Ceuta y mi corazón y mi alma se alegran sabiendo que vuelvo a mi hogar con la misma alegría con la que Ulises regresó a su anhelada Ítaca. El espíritu de Ceuta me da la bienvenida y yo me declaro dispuesto, más que nunca, a continuar con mi misión de hacer visible el templo sagrado que es Ceuta.  

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