JOSÉ MANUEL PÉREZ RIVERA, ARQUEÓLOGO Y ESCRITOR
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Ceuta, 1 de abril de 2024.

Esta tarde, después de comer, me he dirigido al Monte Hacho para tomar una serie de fotografías que me hacían falta para una contribución a un libro sobre itinerarios educativos en el que voy a participar. Nada más salir de mi casa he apreciado la intensa  y clara luz de Ceuta que es especialmente fuerte en los días de poniente, como el de hoy.

Al llegar a los senderos que parte del parque de San Amaro he disfrutado mucho con la belleza que aportan las grandes y hermosas flores de las jaras de ládano. Toda la vertiente occidental del Hacho está cubierto por estos arbustos y sus bellas flores blancas. Es un espectáculo inigualable contemplar el Hacho salpicado por estas flores y las propias jaras que desprenden una fragancia muy peculiar, difícil de describir con palabras.

En la “cama del Hacho” he parado a beber y descansar. Cuando quise darme cuenta ya estaba en el baluarte de San Amaro de la fortaleza del Hacho.

Para escribir me he sentado en la esquina noroccidental del baluarte de la tenaza. Desde aquí escucho el constante croar de las ranas que deben contarse por ciento en la balsa del barranco de Hierro. Este insistente sonido se mezcla con los graznidos de laos grajos y de las gaviotas.

En el camino me he cruzado con una mujer de aspecto extranjero que paseaba a su perro y hemos intercambiado algunas palabras. Le he preguntado de dónde era y me ha contestado que de Rusia y lleva en Ceuta dos años. Al preguntarle si le gusta Ceuta, su respuesta ha sido que este lugar es un auténtico paraíso.

Uno de los placeres que nos ofrece la primavera ceutí es el olor de los erguenes en floración.

           JA

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