JOSÉ MANUEL PÉREZ RIVERA, ARQUEÓLOGO Y ESCRITOR
al khadir y el pescado seco

Es bastante curioso que durante la primera etapa de mi trayectoria profesional como arqueólogo me dedicara a estudiar las salazones romanas, es decir, el pescado salado durante la antigüedad clásica y tardía. Sin embargo, en mi segunda etapa, que coincidió como mi renacimiento espiritual, el pez salado que me ha interesado es el que portaron Moisés y su ayudante durante su viaje a la confluencia de los dos mares para aprender del sabio al-Khidr. He dejado atrás el prisma económico del pescado salado para centrarme en su dimensión simbólica y espiritual.

El talismán con la representación de la diosa fue utilizado y enterrado en el paso del primer al segundo pez de Piscis, que ocurrió el siglo XIII. Este fue un momento de eclosión espiritual y de presencia de la sabiduría divina. Ahora el segundo pez se ha sumergido en las aguas de la vida que rebrotará en la nueva era de Acuario. Para que esto suceda debemos restaurar el Alma del Mundo que expulsamos llevados por la desacralización del mundo. Su regreso depende del cultivo que hagamos de una doble visión, capaz de ver más allá de lo aparente. El primer paso es tan sencillo como desarrollar una mayor sensibilidad estética y una más aguda apreciación de la belleza, que es el alimento del alma. Como concluye Patrick Harpur en su obra “El fuego secreto de los filósofos” (Atalanta, 2020), “por la manera en que vemos el mundo podemos restaurar su alma, y el modo por el que el mundo es dotado de alma puede restaurar nuestra visión”.

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